jueves, 13 de mayo de 2010

¿Cerebros en fuga?


Por Rubicel González
rubicel@ahora.cu
“Todo lo que nos rodea es maravilloso, vivimos en el Paraíso”. “En Australia trabajas para vivir, no vives para trabajar”. ¡No! No son fragmentos del guión de las aventuras infantiles de “Skippy”, sino testimonios de Ana María Castellanos y Fernando Hernández, emigrados venezolanos residentes en la tierra de los canguros y koalas.
Ella, contadora, y él, diseñador gráfico, fueron gratificados por el programa de migración calificada, el de mayor ocurrencia en ese país, con el 70 por ciento de las visas permanentes otorgadas por año. Amplia publicidad lo acredita en medios de comunicación e Internet, sobre todo en una de las agencias migratorias llamada “Viva en Australia”, y en muchos sitios Web de embajadas australianas en Latinoamérica.
Los ejemplos anteriores solo ilustran un fragmento del fenómeno, bien llamado “robo de cerebros”, realizado abiertamente hacia países del primer mundo. El gancho es la promesa de una vida cómoda, segura y con trámites rápidos para establecerse en el país receptor.
Así, por ejemplo, Estados Unidos estableció su programa “Green Card” y la Unión Europea el “Blue Card”, ambos destinados al otorgamiento de visas y residencia de extranjeros altamente calificados. Solo hacia Washington, al año, se desplazan por esta vía unos 5 mil universitarios con experiencia, sin contar estudiantes de pregrado y postgrado.
Estudios señalan que cerca del 75 por ciento de los becarios que van a ese país no retornan a sus orígenes. Por otro lado, más de 120 mil visas de trabajo H-1B y H-2B se otorgan anualmente para "ocupaciones especiales" en la primera; y en la otra “para trabajos que no sean de agricultura”. Así lo expone el sitio de inmigración en terra.com, el cual argumenta que para eso “los trabajadores de EE.UU. están en poca oferta”.
Una verdadera hipocresía que quienes poseen más económicamente saqueen el conocimiento de los subdesarrollados, que invierten entre 50 y 90 mil dólares para formar cada profesional. No solo es un gasto sin retorno, sino que significa escasez de fuerza de trabajo especializada en áreas vitales para su desarrollo.
Según investigación del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), nuestra región es la de mayor incremento de migración calificada al mundo desarrollado. En menos de dos décadas el flujo creció 155 por ciento hacia los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Nada más que entre 1990 y 2007 una cifra superior a 5 millones de profesionales se radicaron en Estados Unidos y la Unión Europea en sectores tan importantes como la medicina, informática y otros de carácter técnico. Incomoda que naciones de América Central y el Caribe perdieran hasta el 80 por ciento de sus profesionales formados por sus instituciones.
El problema es gravísimo para los más pequeños, pues entre mayor migración menos presencia y continuidad de especialistas en el desarrollo y diversidad productiva. Jamaica, por ejemplo, sobresale como el tercero, con una cifra cercana a los 400 mil cerebros “fugados”, cerca del 14 por ciento de toda su población y entre el 80 y 90 por ciento de sus egresados universitarios. Algo similar ocurre en Guyana, San Vicente, Granada y Haití.
En el caso específico de Australia, el año fiscal 2008-2009 otorgó 135 mil visas para trabajadores calificados, muestra de los esfuerzos crecientes del gobierno para “atraer inmigrantes”, programa que contempla varios requisitos básicos, como experiencia profesional y edad inferior a 45 años.
De igual manera exigen el dominio de idioma Inglés y buena salud, pues puede ser rechazado si el “tratamiento es costoso o signifique un riesgo para la población”. Por supuesto, no falta el listado de especialidades y trabajos afines que abarcan casi todos los sectores de la economía. Son casi 400 oficios y profesiones donde Medicina e ingenierías son las de mayor proporción.
No es cosa de película o aventuras, la realidad es que, hartos ya de absorber los recursos naturales, también se roban el conocimiento y el talento para ponerlo en práctica. Aunque el flujo es voluntario, las potencias se aprovechan de las necesidades y debilidades de personas con cierto nivel de instrucción para aumentar la brecha entre ricos y pobres. Ana María y Fernando viven en Australia, mientras tanto el “robo de cerebros” continúa.