lunes, 11 de enero de 2010

Para entender el campo religioso holguinero(I)


Escrito por Ainel Graña
Publicado por Rubicel González
rubicel@ahora.cu
Caracterización económica –social de la provincia de Holguín.

La región ha sido caracterizada con suficientes argumentos étnicos y sociológicos (Vega/2003). Sin embargo, se hace indispensable volver sobre el tema pues la investigación traspasa los límites propiamente etnográficos por lo que se hace necesario asumir la caracterización desde el punto de vista económico y social.
Para tener una percepción histórica del área que ocupa la actual provincia de Holguín hay que tener en cuenta que los ejes de ordenación territorial derivados de la división política administrativa contemporánea no se corresponden con la configuración histórico–cultural de las regiones orientales. De este modo el Holguín actual enmarca diversas subregiones o zonas históricas y excluye barrios que pertenecieron a su jurisdicción. Durante la República Neocolonial los términos municipales estuvieron representados por Holguín (1751), Gibara (1823), Mayarí (1878), Sagua de Tánamo (1879), Banes (1909), Antilla (1924), y el barrio de Moa, perteneciente al término de Baracoa.
Desde el punto de vista económico, el área inaugura el siglo XX sumido en un profundo estancamiento económico producto de la guerra anterior, lo que provocó secuelas negativas para su auto recuperación, pero favorables para la inversión extranjera.
Por tanto, como se ha señalado (Vega\1992), la inversión norteamericana encontró un espacio ideal marcado por extensas zonas vírgenes (La Ensenada, Región Nipe–Mayarí) y la baja presencia de sectores sociales sólidos que presentaran cierta resistencia a la geofagia norteña. Esta situación estuvo reforzada por circunstancias que favorecieron el proceso inversionista como la Orden Militar No. 62 –sobre el deslinde de haciendas comuneras– y la llegada del ferrocarril central (The Cuban Company) que atravesó la franja centro–norte del área.
Se operó de este modo un crecimiento económico –deformado- orientado hacia el predominio de la producción azucarera, elemento pionero el área –entre 1901 y 1922 se fundaron los principales centrales, caracterizadas por la propiedad extranjera –de 11 centrales 8 eran de capital extranjero-.
Paralelamente se fue reproduciendo un sector agrario de empresarios agrícolas tradicionales y campesinos medios. La producción agrícola extra azucarera se comportó con cierto ritmo de crecimiento hasta la década del 50 donde se nota un descenso en el sector ganadero (Ochoa). Importante lugar ocupa la explotación cafetalera en Sagua de Tánamo con un promedio de 400 fincas en activo (en 1943). La pequeña industria y el comercio tuvieron un carácter preferentemente urbano y local, compuesto por sectores hispánicos y nacionales.
En una región de 8569 km2 que representaba el 23,2 % de la provincia oriental, la población presentó un crecimiento inusitado. Con una densidad demográfica de 13,8 h/km2 en el momento que se produce la intervención norteamericana en 1953 existían 55.6 h/km2. Sin embargo, esta elevada tasa de crecimiento poblacional presenta características peculiares marcadas por una fuerte movilidad social y un desbalanceado nivel entre lo rural y lo urbano.
Desde su configuración étnica, las regiones y subregiones históricas que hoy ocupan la actual provincia de Holguín, estuvieron representadas por la presencia de grupos hispanos y criollos emigrados de la jurisdicción de Bayamo, Santiago de Cuba y Camagüey. La economía básicamente agrícola -de subsistencia, tabacalera– y ganadera afincada en la pequeña y gran propiedad motivó la escasa presencia de grupos negros que se concentran en áreas específicas o en servicios domésticos urbanos. En 1859 la población del área era predominantemente criolla-blanca (76,86%)- y la población negra solo era de 5,13 %.
Los fuertes procesos migratorios de principios del siglo XX, estuvieron marcados por el predominio de etnias hispánicas (gallegos, asturianos, canarios) que se convirtieron esencialmente en pequeños campesinos, arrendatarios o comerciantes urbanos. Se asentaron, con mayor regularidad, en la zona norte, alrededor de los núcleos urbanos o rurales históricos (Gibara, Velasco, Auras, Santa Lucía, Holguín y San Andrés); el sur de la región estaba más despoblado y la presencia de grupos hispánicos fue minoritaria.
Por otro lado, el desarrollo agrícola azucarero que generó la inversión norteamericana en la región favoreció la entrada significativa de braceros antillanos y de otras nacionalidades, dada la escasez de mano de obra estable en las zonas poco pobladas. Solo Banes en 1911, recién creado como término municipal tenía un 17,76% de población extranjera, de más 10 naciones.
En 1913 se autorizó oficialmente la primera entrada de antillanos en esta región, asumiendo los contratos por la Nipe Bay Co. –llegaron, en ese año, a 1000 braceros-. Las ganancias que traía este tipo de mano de obra aceleraron las garantías de importación de antillanos.
En cuanto a los asentamientos de norteamericanos –estudiados a profundidad en la obra de José Vega (1999)- tuvieron una marcada regularidad, por los niveles de inversión del capital en la región.
Sin embargo no es la región, un ejemplo clásico de la descampenización (Ibarra\1998). Aún cuando se opera un crecimiento urbano entre 1931 y 1943 en los siguientes diez años se desarrolló un prolongado incremento de ruralización, que si bien está marcado estructuralmente por actores sociales que se proletarizan, sirvió de canal al crecimiento de denominaciones de proyección rural orientadas a las clases bajas.

“La población campesina dentro del latifundio de UFC se incrementó considerablemente y a principios de la década de 1940 su número ascendía a unas 34 000 personas, la propia entidad se encargaba de facilitarle viviendas baratas... Era también una forma de buscar soluciones ante nuevas disyuntivas impuestas por la Ley de Nacionalización del Trabajo que cortó desde entonces la entrada masiva de braceros caribeños y de otras latitudes” (Vega\2002:158)

Esta configuración económica favoreció una estructura socio–clasista marcada por la presencia minoritaria de empresarios agrícolas (terratenientes) tradicionales y modernizantes, una fuerte empleomanía que hizo crecer las clases media urbanas –principalmente sector terciario- y especialmente campesinos, donde su mayoría no eran pequeños propietarios, sino partidarios o precarias, asalariados rurales.
El proceso revolucionario implica giros importantes en la constitución del espacio regional, no solo en los ejes de ordenación territorial, sino en la profunda movilidad espacial que generó las transformaciones económicas y superestructurales.
La nueva división política administrativa crea la actual provincia de Holguín, cohesionando, bajo intereses económicos sociales de desarrollo, a varias subregiones históricas de génesis diferentes.
La provincia siguió experimentando un alto crecimiento demográfico, esencialmente en la década del 80; en 1990 alcanzó un millón de habitantes, con una taza de crecimiento de 10.5 por millones de habitantes. Otro factor importante fue la migración interna, que se desplazó preferentemente hacia los núcleos urbanos industrializantes (Moa, Nicaro, Holguín). Dicha industrialización favoreció el predominio del sector obrero industrial en la región. En 1987 representó el 31,6% en la esfera productiva, junto a sectores vinculados a dicho proceso como la construcción y el comercio, en detrimento de los sectores agrarios, que solo representaron el 8,6% de toda la población.
El impacto de la crisis económica deprimió, en especial los sectores productivos e industriales urbanos, lo que favoreció una notable migración hacia zonas rurales. Dicho repoblamiento, se fortaleció con el surgimiento de alternativas laborales en la agricultura que permitió cierta estabilidad durante la década del 90.

viernes, 8 de enero de 2010

Mercaderes del cuerpo humano


Por Rubicel González
rubicel@ahora.cu
En la larga evolución biológica y social del hombre sabemos de sobrados ejemplos de lo irracional de muchas acciones engendradas por él. Al frente de los animales del planeta, precisamente por su inteligencia; interactuó con la naturaleza e hizo de esta la principal fuente de sustento para sus necesidades y nacientes ambiciones.
Con el tiempo, individuos de su misma especie se convirtieron en objeto de sometimiento. Arrebató, conquistó, esclavizó y compró lo que algunos humanos podían darle gratuitamente o a un ínfimo costo: bienestar y poder. En pleno siglo XXI es el responsable de diferencias étnicas, guerras, epidemias, pobreza y vanalidad.
Continua negociando la fuerza de trabajo, absorbe los cerebros mejores dotados, justifica el genocidio, aplaca sus ansias de placer a costa de necesidades de terceros, enajena el pensar y destruye el medio ambiente. Son prácticas del primer mundo exportadas a los países subdesarrollados que llevan entronizado el individualismo que pulula en sociedades de consumo.
Estas se valen de mensajes sublimizares donde se fabrica la vida idónea, la fórmula del éxito total, que generalmente es ficticia o espantosa en sus matices verdaderos. Otros, recurren al existencialismo o la muerte como escape a las frustraciones de la subsistencia en un mundo intolerante.
¿Hasta dónde el hombre sería capaz de denigrarse a sí mismo? ¿Existe límite entre civilización y barbarie? Interrogantes como estas nos conmueven, sobre todo porque poseen escalofriante realidad en estos tiempos: el ser humano está a la venta. No solo es el fundamento por qué existe el mercado y su virtual valor, ni por las utilidades o servicios que genera, sino porque físicamente, en los componentes biológicos, es una mercancía publicitada y cotizada a veces con toda normalidad.
En ese amplio negocio subterráneo, subsiste el tráfico de órganos, proceso ilegal y antihumano que numerosas personas en el mundo toman como salida a los problemas de trasplante. Eso en el caso de receptores, quienes pagan altas sumas por órganos sanos y realizan lo que se conoce como “turismo de trasplante”.
Para los donantes el motivo de prescindir de una parte de su cuerpo, se basa en la pobreza, las ansias de un futuro mejor, saldar deudas o pagarse los placeres de la vida. A este grupo de personas, se les nombra donantes comerciales vivos, y acceden al negocio voluntariamente. Son los causantes del 10 por ciento de los trasplantes realizados en todo el mundo, según afirma la Organización Mundial de la Salud(OMS).
Pero otros no tienen igual destino, puesto que se registran denuncias de clínicas ilícitas que utilizan cadáveres, sin los requisitos para el trasplante. Algunos, inclusive son secuestrados con estos fines. Estudios realizados por la OMS identifica que los países de mayor presencia de donantes comerciales son tercermundistas, como Egipto, India, Pakistán, Filipinas y algunos latinoamericanos. Generalmente son hombres adultos, jóvenes y con buenas condiciones de salud.
Internet tampoco escapa a esta morbosa relación de oferta-demanda. Varias páginas albergan la venta de alguna de las partes del cuerpo humano, donde sus propietarios proponen precio, aseguran seriedad y fortaleza y hasta los motivos de por qué deshacerse de ello. Este, por ejemplo, publicado en www.campusanuncios.com dice “por problemas económicos vendo médula espinal. Persona sana, masculino, 38 años, sin ningún vicio” y a continuación su correo electrónico.
Los costos son exorbitantes, no solo del órgano sino todavía más de la operación quirúrgica. Un corazón podría cotizarse entre 25 mil y 30 mil dólares en Europa y su reemplazo otros 204 mil dólares. Sin embargo, el mercadeo humano comprende también células y tejidos; desde la piel y cabello hasta óvulos y espermatozoides. En su propuesta audiovisual, ¿Y tu cuánto cuestas?, el realizador mexicano Olallo Rubio, tasa el valor biológico de nuestro cuerpo en más de 45 millones de dólares.
Personas, organismos y leyes se levantan en todo el mundo para condenar el tráfico ilegal de órganos y regular el proceso de trasplante. Pero muy a pesar de los 10 principios rectores emitidos por la OMS sobre el tema, donantes, traficantes y postores continúan un negocio que cuestiona lo civilizado del género humano.